Transparencia y Medios

 

EN su controvertido discurso -notable para los que no esperábamos nada, decepcionante para los que llegaron a escribírselo pensando que iba a leer su guión en cuatro idiomas, en párrafos alternos- el Rey ha prometido velar por la dignidad y prestigio de la Corona y observar «una conducta íntegra, honesta y transparente». La honestidad y la integridad, cuya mera mención en el ámbito del deseo, no de la costumbre, supone una moción de censura contra el reinado de su padre, quedan para su conciencia, para el almario donde el Rey guarde su alma y sus costumbres, difícilmente menos ejemplares que las de su progenitor. Pero lo de la transparencia en los usos de la Monarquía creo que o el Rey no lo ha pensado bien o tiene un afán y una ambición de cambio difícilmente compatible con el estado actual de los medios de comunicación en España. Y la transparencia u opacidad de la Monarquía va a depender de cómo la reflejen ante la opinión pública los medios de comunicación.

En mi opinión, hay tres aspectos siniestros que caracterizan el panorama mediático español, incluidas las noticias y opiniones sobre la Corona. En primer lugar, un desequilibrio ideológico total, que puede comprobarse enumerando las tertulias televisivas de signo liberal o conservador en las cadenas públicas o privadas. En segundo lugar, un sectarismo nacido de ese desequilibrio y que desde hace más de 20 años nos lleva a padecer un adoctrinamiento en clave chistosa, aunque maldita la gracia que tiene, a cargo de un biotipo, casi una especie, de graciosete, generalmente catalán y nacionalista a fuer de progre, cuya sensibilidad para todo lo español, Corona incluida, oscila entre la mofa y la befa. Y en tercer lugar, un monopolio, el del acceso a la Corona, que explica el ataque feroz de la acorazada PRISAGUARDIA -Cebrián y Godó siempre defienden juntos sus privilegios- contra el discurso del Rey, por no obedecer «lo que se le pidió», es decir, ese discurso grotescamente tetralingüe redactado por el lobby catalanista que con su Roca en Madrid y su Tibidabo o Vostedabo en Barcelona viene marcando la política nacional -antinacional- de la Corona desde hace décadas. Sin cambiar ese panorama mediático, incluido el trato de La Zarzuela, no sé si habrá mucha transparencia, pero pocos la percibirán.

F. JIMÉNEZ LOSANTOS. 2014