Carod y el protofascismo secesionista

 

Verdades del independentismo: los independentistas son transversales, mientras que aquellos a los que ellos llaman «unionistas» se pueden tipificar fácilmente. Ayer lo hizo Josep-Lluís Carod-Rovira en un artículo en Nació Digital, y metió la pata hasta la yugular. Según Carod, se puede «detectar con precisión al grupo de ciudadanos que podríamos calificar como militantes de la secta del autoodio».

El viejo recurso del autoodio es desarrollado hacia la forma de autoexclusión y últimamente recibe su proyección agresiva, por lo cual el lector intencionado debe percibir a los miembros de esta «secta» como una amenaza

El viejo recurso del autoodio es desarrollado hacia la forma de autoexclusión «de la posibilidad de ser miembros activos del proyecto nacional catalán», y últimamente recibe su proyección agresiva, hacia fuera, en «un desprecio enfermizo, un odio infinito contra todo lo que sea catalán o lo parezca», por lo cual el lector intencionado, nacionalista ferviente en este caso, debe percibir a los miembros de esta «secta» como una amenaza.

Esto -es decir, el enemigo- establecido, Carod no hace ascos a ningún tópico del discurso fascista menos al racial, que sólo vibra ligeramente en un breve comentario sobre «el origen geográfico, cultural o lingüístico» de algunos miembros de la «secta». Común a todos los miembros de la «secta» es que, mientras aborrecen la cultura local, obedecen a influencias externas. Son «militantes de un cosmopolitismo sin raíces, en la práctica esto acaba siendo siempre sin raíces catalanas» y, por supuesto, son grandes españolistas pendientes de «Madrid». En breve, traidores, aunque esta palabra está ausente en el artículo.

No falta tampoco el elemento de la avaricia, que aparece en tres formas: hay quienes piensan que «su obra debería conocer un éxito comercial y de público muy por encima del que ahora tienen», hay otra «gente que se enriqueció con la dictadura», y también hay aquellos que están «mortificados constantemente al recordar que en casa se ganaban la vida trabajando en una portería del Ensanche barcelonés», y que se supone se han unido a la «secta» esperando una mejoría de su situación económica y social.

Presente también está el recurso a dudar de la salud mental de los de la «secta». Así se encuentran en el artículo de Carod expresiones como la ya citada «desprecio enfermizo», al lado de «incomodidad obsesiva» y «comportamiento cargado de todo tipo de complejos, frustraciones y traumas».

El artículo de Carod establece la base ideológica para que otros vengan y pongan nombres y apellidos a los indeseables, los llamen traidores y exijan que se tomen medidas

Por último, Carod cumple con su promesa introductoria de «detectar […] con precisión» a los miembros de este grupo: «en caso de un debate por televisión o en directo en un acto público, son los más fáciles de identificar, incluso antes de que abran la boca: son quienes hacen más cara de tristes y amargados y que aparecen, a los ojos de todo el mundo, como permanentemente enfadados. No ríen nunca, ni se les conoce ninguna sonrisa, por leve que sea». No se les reconoce por la nariz, o por la cara que tienen, sino por la cara que hacen.

Este artículo de Carod-Rovira no puede ser calificado directamente como fascista porque no se emplea para la creación de una sociedad de este tipo. Es protofascista, eso sí, y sin ninguna duda.

Los miembros de la «secta» son primero despojados de toda individualidad por la vía de generalizaciones, para luego cargarlos individualmente con el peso de estas generalizacones y los males que resultan de ellas cuando se les hace identificables uno por uno como parte de la «secta». Para todo ello el artículo no ofrece ni un atisbo de evidencia, sino que se fía enteramente de la reacción del público intencionado en la forma de un «yo también conozco a alguien así».

El artículo de Carod establece la base ideológica para que otros vengan y pongan nombres y apellidos a los indeseables, los llamen traidores y exijan que se tomen medidas. El público es fiel y no decepciona en los comentarios.

Es una cosa muy seria que se publique un texto así, para más inri en un medio subvencionado, y mi mayor esperanza es que Ramon Tremosa lo denuncie a la Comisión Europea.

Marcus Pucnik. 2014