El invento para tapar retalladas

Había que crear “ilusión” para que la gente no se echara a la calle. Lo explicamos hace ya un año. El prusés separatista es una estrategia política del nacionalismo para recuperar el control que se les escapaba con el movimiento del 15-M de 2011, centrado en cuestiones sociales y muy alejado del nacionalismo.

El 15 de junio de 2011, una multitud harta de los políticos rodeó el parlamento catalán y forzó a Mas a entrar en helicóptero. Algo más de 1 año después, Mas era vitoreado -aunque no asistió- en la manifestación separatista más grande hasta entonces. En una operación urdida en los despachos de los de siempre con la ayuda de estrategas de comunicación como Vilajoana y Colomines, el nacionalismo había logrado convertir la crispación por los recortes y su propia incompetencia de los políticos en odio a “Espanya”.

Se elaboró un sencillo relato: la anticatalana “Espanya” capó la “voluntat del poble català” recortando las partes ilegales del Estatut, intensificó un atroz “espoli” -llamado espanyansroba- que privaba de trabajo, educación, sanidad y bienestar a los catalanes afectados por la crisis, y ahogaba el futuro de todo un pueblo. Pero el nacionalismo tenía la solución: laindependència. Y un medio: volemvotar. Durante los años que durara la crisis era necesario entretener e ilusionar al personal con Catadisney, el noupaís; y movilizar a los crédulos con performances mastodónticas que reforzaran la ilusión y el sentido de pertenencia, evitando movilizaciones por los recortes. Se aprovecharía el 2014 para ideologizar al personal con la cantinela de 1714 durante todo un año. Y se insistiría en la persecución implacable de “Espanya contra Catalunya”.

Se ilusionó a la gente con un referéndum, que después se llamó consulta y finalmente prusés participatiu, encargado de mostrar que la antidemocrática “Espanya” noensdeixavotar. Mientras tanto se confiaba en poder distraer la atención de la corrupción nacionalista (3%, familia Pujol), la mala gestión y los recortes sociales. En toda España la gente se indignaba contra los políticos ineptos: aquí se les seguía como mesías. Se montaron elecciones, el president parió la pregunta sacramental -finalmente doble, para mayor entretenimiento- y advino el butifarrèndum. Fracaso absoluto: 33% de participación y menos de 25% de separatistas, y todo ello organizado y recontado por Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como.

Aquí les explicamos hace ya 9 meses el diseño de la estrategia. No fue el Estatut de 2010, otro invento de los políticos que nadie pedía y votó menos de un 36% del censo. Fue el miedo del nacionalismo a no poder seguir remenant les cireres. Ahora un consejero de la Generalitat, Santi Vila, confiesa que así fue: la sociedad necesitaba un proyecto “mínimamente ilusionante”, “Si este país no hubiera hecho un relato en clave nacionalista ¿cómo hubiera resistido unos ajustes de más de 6.000 millones de euros?”. Increíble.

Evidentemente, hay más cosas. Pero también hay algo claro: la minoritaria minoría nacionalista ha aprovechado la crisis para adelantar sus objetivos ideológicos, contándonos una milonga, enfrentándonos y sembrando odio a través de sus medios subvencionados. Los catalanes de seny lo vimos claro hace años. Alguien tendrá que rendir cuentas por el daño infligido. De momento, es hora de que caigan las vendas.

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