Tamames y la Cataluña que no quiere saber

 

Aquí nadie quiere saber nada de verdad, y por eso estamos donde estamos. Se desprecia lo que se ignora o incomoda, y se sobrevalora la voluntad (porque sí, porque lo quiero, porque lo queremos); una supuesta voluntad que no atiende a razones y que es la de quienes manejan el retablo de títeres y polichinelas que nos cubre y recubre. Dejó escrito Descartes que la cosa mejor repartida del mundo es el sentido común, «porque nadie quiere tener más del que tiene». Y así nos va. Indignado por el reciente congreso agitprop ‘España contra Cataluña’, dedicado al cultivo de la mediocridad, el odio y la tergiversación de supuesta historia y sufragado con dinero público, Ramón Tamames emprendió un nuevo libro: ¿Adónde vas, Cataluña? (Ed. Península), que ha salido hace unas semanas. Lo ha escrito con la pasión y el talento que le caracteriza. El profesor Tamames refiere la frustración y la desazón histórica que se ha sentido siempre en Cataluña por no haberse constituido en reino desde el principio, como hicieron otros espacios peninsulares y por no haber resultado posible un amplio Estado catalano-aragonés, a ambos lados de los Pirineos. Pero ahora la cuestión que acucia es resolver la situación presente y en acertar a dar salida adecuada a los problemas existentes.

Es un viaje incomprensible: querer salir de España, cuando tienen más autogobierno que nunca, para después entrar en una fase de negociación, de años y con toda clase de dificultades para volver a ser parte

El reconocido economista señala con rotundidad que «una Hacienda catalana, que ahora está virtualmente quebrada y que desde 2012 sólo se sostiene por las inyecciones de recursos desde el Fondo de Liquidez Autonómica, entraría en bancarrota definitiva. Sin posibilidad de emitir bonos patrióticos, por no tener ya acceso a los mercados de capitales, incluso prometiendo pagar tipos de interés desmesurados». En el marco de un proyecto común nacional, Tamames propone una Agencia Tributaria Federal y que se federalice la Deuda, tal y como hace más de dos siglos hizo Hamilton, ministro de Hacienda de George Washington. El Estado autonómico ha venido para quedarse y para perfeccionarse. Por eso hay competencias como Educación, Justicia y Salud que deberían tener por titular predominante al Estado, «a fin de asegurar la coordinación de esfuerzos en áreas que son fundamentales para mantener una cohesión nacional» y que años atrás se transfirieron con ligereza. Ramón Tamames habla de una nueva ley de partidos políticos que desarrolle cabalmente el artículo sexto de la Constitución, y quiebre la partitocracia existente. Primarias, transparencia dentro de todas las organizaciones, verdadera separación de los tres poderes, mejorar la eficacia de la Administración Pública y reducir el inaceptable minifundismo municipal, un Pacto nacional y perdurable para la Educación.

Hay un problema insoluble, y es que la Unión Europea es una asociación de Estados nacionales, y los ciudadanos catalanes somos ciudadanos europeos, porque internacionalmente hablando somos ciudadanos españoles. Así «resulta patético que los dirigentes del proceso soberanista estén discurriendo de manera continua la idea de reintegrarse, tras su anhelada independencia, en la Unión Europea y en la OTAN, cuando ya ahora mismo están en ambas organizaciones. Es un viaje incomprensible: querer salir de España, cuando tienen más autogobierno que nunca, para después entrar en una fase de negociación, de años y con toda clase de dificultades para volver a ser parte…».

Entre sus sesudos y detallados análisis, el profesor Tamames refiere la falacia del cansino derecho a decidir. E incorpora el olvidado referéndum convocado en 1933 en Australia Occidental para que ese territorio (más de dos millones de kilómetros cuadrados, con capital en Perth) se retirase de la Commonwealth. Ganó la secesión por el doble de votos. La petición de independencia fue denegada por no venir de la Commonwealth australiana en su conjunto, y el Parlamento federal de Camberra declaró nulo el resultado del referéndum por no existir derecho de autodeterminación. Ochenta años después, aquel territorio que tiene un 9 por ciento de la población de toda Australia, genera más del 10 por ciento de los ingresos por impuestos y sólo tiene un 6 por ciento de percepciones fiscales. De todo esto, aquí ni una palabra.

Miquel Escudero.2014

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En Cataluña, y según la última encuesta recién publicada por la propia Generalitat -correspondiente a 2013- el 56% de la población tiene por lengua materna el castellano, y tan sólo el 31 % el catalán (el 13 % restante correspondería ya a otras lenguas). En consecuencia…¿Cuál sería el problema si el castellano, como Ud. tanto teme, «acaba imponíéndose»? ¿Acaso es normal prohibir el idioma de la mayoría de la población en un determinado territorio? ¿Sería admisible para Ud. que en el Quebec las autoridades sanitarias prohibieran el uso del francés? Aquí la única imposición, absolutamente fascista y por demás ilegal (aunque, por desgracia, desde hace décadas los diversos gobiernos de España consienten dichas ilegalidades de un modo tan suicida como cómplice) es la de quienes, como Ud., pretenden borrar del mapa el idioma materno de la mayoría de la población.