Querella contra Mas

 

La admisión de la querella contra el presidente Mas es un triunfo póstumo de Eduardo Torres-Dulce y una buena noticia sobre la relación entre el Derecho y la percepción. Es posible que la inhibición del Gobierno y la pasividad del Tribunal Constitucional dificulten la materialización del delito de desobediencia, que es, por cierto, del que cuelgan todos los demás atribuibles al presidente Mas y a su vicepresidenta. Pero la percepción de que el 9 de noviembre el gobierno de la Generalidad cometió un grave delito, reforzada por la práctica autoinculpación del presidente, fiscales a mí, es difícil de desmentir. Los seriamente damnificados por la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña son ahora los fiscales de Cataluña. Va a resultarles difícil sostener que no había motivos para instar la querella. El Fiscal General y la Junta de Fiscales de Sala les rebatieron y ahora lo han hecho también los magistrados. No solo había motivos para instar la querella sino también para admitirla.

Por lo demás, y como indica la jurisprudencia, esta admisión significa lo que significa.

Arcadi Espada