Quo Vadis Universidad?

No creo que las funciones tradicionales de la Universidad cambien, ni siquiera creo que deban cambiar. Al contrario, creo que The-Art-of-Immersion-Coverdeberíamos enfatizarlas. Dotar a la universidad de mecanismos para librarse del peso muerto que supuso un sistema absurdo que permitía al que alcanzaba un nivel determinado enrocarse en él al margen de sus resultados: no concibo un sistema educativo que no posibilite una medición constante del desempeño y una corrección continua de los errores para reenfocarse hacia el objetivo.

El concepto de «plaza adjudicada» debería morir, porque es completamente absurdo: cualquier persona que estando en una plaza con responsabilidad educativa muestre un mal desempeño en su trabajo tendría que sentir el riesgo de perderlo. Que haya monstruos en la universidad que saben (supuestamente) muchísimo de un tema pero que son manifiestamente incapaces de comunicarlo y de motivar mínimamente a sus alumnos para que aprendan es un verdadero problema, y que el sistema lo permita y hasta lo promueva es un problema, si cabe, todavía mayor. Todo en la universidad debería estar en función del aprendizaje, reforzado por el hecho de que quienes enseñan, además, puedan tener una carrera como investigadores y productores de conocimiento, y con sistemas que les permitan sentirse motivados en su desarrollo profesional. A partir de ahí, tenemos que instaurar las métricas adecuadas que permitan evaluar el rendimiento en cada área, pero gobernadas por una fundamental: la satisfacción y aprendizaje del alumno.

Sobre el futuro inmediato, creo que vivimos épocas gobernadas por una transparencia cada vez mayor, y que las instituciones donde este tipo de temas no funcionen, no podrán sobrevivir. Basarse en un supuesto prestigio será imposible si tus alumnos están voceando en la red que no están a gusto, que no aprenden, o que tal profesor es un desastre y no aparece por clase, o que cuando aparece es todavía peor que cuando no lo hace. Profesores que van a clase a dictar apuntes, que no motivan a sus alumnos o que no conectan en modo alguno deben ser reeducados, recibir formación que les ayude a reconvertirse a unos objetivos bien establecidos, o directamente desaparecer y dedicarse a otra cosa. Pero el primer factor de cambio tiene que venir de la administración universitaria, seguramente el mayor reducto de inmovilismo y meritocracia mal entendida que existe más allá de la política.

Enrique Dans

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