¡La independencia!

 

NO OPINO sobre los deseos de independencia de nadie. Sobre todo si, para conseguirla, se necesitan unos cuantos millones de gente y escupir algo o a alguien por puro engreimiento. La independencia, como no puede ser total, ha de ser respetuosa, comprensiva, solidaria y sonriente.

La independencia política, en tiempos como estos, me parece una antigualla. Hoy todo es dependencia, solidaridad, comunidad de orígenes, vínculos raciales, etc. ¿Qué independencia puede buscarse en matices idiomáticos, consecuencias históricas pasajeras, títulos que ni siquiera llegan a reales (de reyes) cuando llegan, si acaso de veras, a reales (de tangibilidad)? Es un juego aburrido el de ahora sí-ahora no de ciertas gentes; o el de amagar y no dar; dar sin reír, dar sin llorar.

La independencia se nota: no hay que aludir siquiera a ella; va de dentro a fuera, no al revés, y no requiere el reconocimiento de nadie como no requiere una superficie respetable. (Ninguna más respetable que las del corazón y la cabeza.) Cuando los más pequeños quieren ser Europa, irse de ella es, por desgracia, perder el tino por escuchar a unos descabalados… Salvo que lo que se pretenda sea sacar más provechos de la proclamación, esa antigualla artrítica. Ser otros no garantiza acertar. Ser diferentes no es ser mejores.

Antonio Gala

LA TRONERA 03/09/2013